miércoles, 14 de marzo de 2018

Vacunas

A los dos meses llega el momento de vacunar a la criatura. 

Al nuestro le llegó ese momento hace poco. Desde luego no tuvimos ninguna duda. Como médicos, y como padres responsables, somos conscientes de la grandísima importancia de la vacunación. 

A nosotros no nos entra en la cabeza que haya gente que se plantee no hacerlo. 
Las vacunas salvan vidas. Se la podrán salvar a nuestros bichos y a bichos que se topen con ellos. Hemos conseguido erradicar enfermedades y no debemos permitir que vuelvan.

Vuelvo a nuestra experiencia con la vacunación. Ya nos avisaron de que ese día y el siguiente podría tener fiebre (en nuestro caso, por suerte, no fue así) y estar pachuchete. ¡Y vaya si lo estuvo! El pobrecito solo paraba de llorar para dormir, se despertaba para llorar y vuelta a empezar. Por la noche durmió poco y mal. Y, aunque al día siguiente seguía algo mimoso, por suerte, nada que ver con el primero. 

Total, que padres y madres del mundo con bebés de dos meses a los que vayan a vacunar, preparaos.  Tened paciencia. Ese día es sólo para la criatura. Todo mimo será poco. Podéis aprovechar y hacer como nosotros: peli, manta, día tranquilo los tres solos en casa y a mimar al bichito (al fin y al cabo hay que aprovechar para mimarles, besuquearles, incluso morderles los mofletitos, ahora que se dejan).

La nueva José Luis Perales


Sí, lo que he dicho.
Con todo mi respeto al gran José Luis que, por cierto, me encantaba de pequeña. No podía faltar en nuestro coche su cinta (ni la de Pimpinela, dicho sea de paso) cuando salíamos de viaje. No sin mi Perales. 

Total, que últimamente me paso el día cantando. 

Para dormir al bicho, mientras le cambio, cuando jugamos... Todo el día, vaya. 
Estoy adquiriendo una destreza para componer que ni Perales. Una facilidad para hacer rimas que ni Bequer.

Sobre todo por la noche. Ahí lo doy todo, oye. Supongo que es porque deseo que al bicho le encante, se duerma y me deje dormir. Quizás le estoy empujando a convertirse en caza talentos, o en cantante, quien sabe. 

Aunque para caza talentos el que debería toparse conmigo.

¡Estamos ante la nueva Cantajuegos!

La lactancia

Un tema controvertido...
En mi caso, lactancia sí.
Pero debo decir que no es lo que imaginaba.
Es duro. Es muy duro. Muy esclavo. Agobiante.
De repente, hay una persona que depende completamente de ti. Vale que la criatura tiene un padre, que siempre hay ayuda. Pero ese pequeño bichejo depende de ti, y eso, ser mamá y tener una personita tan adorable que te necesite tanto, es precioso, pero da miedo, y sí, es muy duro.

Al principio, los bebitos tienen que comer cada tres horas. Eso supone que, cuando al fin has conseguido que se enganche y que coma (y se tire su par de horitas en ello), habrá que cambiarlo,  calmarlo y dormirlo. Si a esto sumas que eres una madre primeriza que tarda el triple en hacerlo todo, cuando al fin has acabado con esos menesteres... ¡sorpresa! vuelve a ser la hora de comer. 

Los primeros días no se enganchan fácilmente, tiran del pezón cuando terminan (es útil introducir el meñique en su boca para que no lo hagan bruscamente) y ahí aparecen ellas para facilitar la labor, las grietas. Las dichosas grietas. Pero no pasa nada, briconsejo: Las grietas se resuelven fácilmente con una fabulosa cremita: Purelán (Purelán no me paga, obviously, pero a partir de ahora voy a recomendarlo a mis pacientes el triple de lo que ya lo hacía. De nada).

Salir a pasear es algo que viene muy bien y apetece muchísimo. Pero hay que calcular, porque si vas a pasar fuera más de tres horas, ya puedes ir pensando dónde vas a hacer la parada para alimentar a la criatura o pasar un ratito (en mi caso, un buen rato) enganchada al sacaleches para poder estar lejos de casa sin agobios (Y más si la criatura en cuestión es un glotón como el mío y se vuelve loco en plan Pocholo si no le das de comer en el preciso instante en que decide que ya es la hora).

Peeero, después de todas estas reflexiones negativas sobre la lactancia materna, también he de decir que, si te lo tomas con calma, sin agobios (que esto, que parece fácil, lleva su tiempo), y no tienes miedo de recurrir a un bibe si el pequeñín lo necesita, la lactancia puede ser algo maravilloso. Un momento solo nuestro. Yo no me canso de mirar esa carita de placer cuando come. Y me encanta cuando se queda relajado en mi pecho al terminar. Y cómo se calma simplemente con estar ahí...

Y, desde luego, para terminar, lo más importante. La lactancia materna tiene un sin fin de ventajas que a todas nos han contado ya. Pero, por suerte, hoy en día, hay unas fórmulas estupendísimas. Nuestros pequeños no van a ser más listos, más altos ni más guapos por tomar leche materna. Elegir el alimento que vamos a darles es una cuestión que tenemos que decidir nosotras. Ni la matrona, si la suegra, ni la tía del pueblo, ni siquiera el padre. Nosotras. Y no seremos ni mejores ni peores por elegir una u otra.