jueves, 18 de enero de 2018

Treinta y ocho más cinco

Soy una persona bastante tranquila, pero, hace una semanita más o menos, empezó a entrarme el miedo. No miedo al parto. He visto muchos, muchísimos, y (de momento) eso no me preocupa.
Es miedo al cambio de vida. 

Se acabó eso de levantarse, arreglarse, coger el bolso y salir, sin más, a hacer cualquier recado. 
Se acabó coger el bus o metro sin pensar ¿cómo voy a meter ahí un carrito de bebé?
Se acabó ir al cine, al teatro o a cenar sin tener que buscar antes niñera. 
Se acabó dormir de un tirón. 
Se acabó simplemente tener tiempo para estudiar, navegar por internet o leer sin pensar en nada más. 

Se acabaron muchas cosas. Eso es lo que me da miedo. 

Me siento algo culpable por este miedo. Egoísta, quizás. Supongo que ahora todo debería ser felicidad (que la hay, y muchísima), pero también creo que es normal sentir miedo ante un cambio de vida tan grande...

De cualquier forma, todo ese temor ha desaparecido (o, al menos, se ha reducido mucho) después de la última ecografía. 
Cuando vi su carita, cómo mueve las manos, las piernas, cómo late su corazón... Sé que todos los cambios habrán merecido la pena en el momento en que esté entre nuestros brazos. 

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