miércoles, 14 de marzo de 2018

La lactancia

Un tema controvertido...
En mi caso, lactancia sí.
Pero debo decir que no es lo que imaginaba.
Es duro. Es muy duro. Muy esclavo. Agobiante.
De repente, hay una persona que depende completamente de ti. Vale que la criatura tiene un padre, que siempre hay ayuda. Pero ese pequeño bichejo depende de ti, y eso, ser mamá y tener una personita tan adorable que te necesite tanto, es precioso, pero da miedo, y sí, es muy duro.

Al principio, los bebitos tienen que comer cada tres horas. Eso supone que, cuando al fin has conseguido que se enganche y que coma (y se tire su par de horitas en ello), habrá que cambiarlo,  calmarlo y dormirlo. Si a esto sumas que eres una madre primeriza que tarda el triple en hacerlo todo, cuando al fin has acabado con esos menesteres... ¡sorpresa! vuelve a ser la hora de comer. 

Los primeros días no se enganchan fácilmente, tiran del pezón cuando terminan (es útil introducir el meñique en su boca para que no lo hagan bruscamente) y ahí aparecen ellas para facilitar la labor, las grietas. Las dichosas grietas. Pero no pasa nada, briconsejo: Las grietas se resuelven fácilmente con una fabulosa cremita: Purelán (Purelán no me paga, obviously, pero a partir de ahora voy a recomendarlo a mis pacientes el triple de lo que ya lo hacía. De nada).

Salir a pasear es algo que viene muy bien y apetece muchísimo. Pero hay que calcular, porque si vas a pasar fuera más de tres horas, ya puedes ir pensando dónde vas a hacer la parada para alimentar a la criatura o pasar un ratito (en mi caso, un buen rato) enganchada al sacaleches para poder estar lejos de casa sin agobios (Y más si la criatura en cuestión es un glotón como el mío y se vuelve loco en plan Pocholo si no le das de comer en el preciso instante en que decide que ya es la hora).

Peeero, después de todas estas reflexiones negativas sobre la lactancia materna, también he de decir que, si te lo tomas con calma, sin agobios (que esto, que parece fácil, lleva su tiempo), y no tienes miedo de recurrir a un bibe si el pequeñín lo necesita, la lactancia puede ser algo maravilloso. Un momento solo nuestro. Yo no me canso de mirar esa carita de placer cuando come. Y me encanta cuando se queda relajado en mi pecho al terminar. Y cómo se calma simplemente con estar ahí...

Y, desde luego, para terminar, lo más importante. La lactancia materna tiene un sin fin de ventajas que a todas nos han contado ya. Pero, por suerte, hoy en día, hay unas fórmulas estupendísimas. Nuestros pequeños no van a ser más listos, más altos ni más guapos por tomar leche materna. Elegir el alimento que vamos a darles es una cuestión que tenemos que decidir nosotras. Ni la matrona, si la suegra, ni la tía del pueblo, ni siquiera el padre. Nosotras. Y no seremos ni mejores ni peores por elegir una u otra. 

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